viernes, 12 de marzo de 2021

Cuando llegue la primavera (Por la escalera del aire)

¡Que cuide Dios la espiga y el sembrado, 

que florezca la vid y el limonero 

y ese trigo ya esté multiplicado 

cuando crezcan y florezcan los romeros!


Ve limpiando la troje, campesino, 

ve quitando los cardos de la era, 

ve lavando los costales amarillos 

y engrasando los ejes en galera.


Cuánto callo endurecido se ha formado 

en tus manos requemadas y navieras. 

Cómo hueles a sudor, a sol y a frío, 

y tu frente envejecida es una queja 

que en los campos castellanos se levanta 

con silencio, con amor y con nobleza.


domingo, 18 de octubre de 2020

El campo manchego en siesta (Las huellas)

Me asomé por la ventana 

de su horizonte dorado: 

¿Está dormida? ¿Está muerta? 

Sola en silencio mirando, 

tendida con la mortaja 

del trigo seco en su mano.


El crepúsculo encendido 

parece un ascua brillando; 

los surcos resquebrajados, 

sedientos de desamparo, 

alargan lengua de sed 

en las tardes del verano.


La fuentecilla está seca, 

los caminos empolvados, 

la encina sola, en silencio, 

le brota sudor y llanto 

de su tronco ennegrecido, 

bronco, roto y arrugado.


El Sol rojo, enfurecido, 

que se alarga como el rayo 

vistiendo de oro y de fuego, 

de púrpura decorando 

las blancas paredes viejas 

de un caserío olvidado.


La tarde está sola, duerme 

la tierra a todo lo ancho, 

la esperanza se pasea 

con los brazos estirados, 

los sueños y las pasiones, 

sueltos, van jugueteando.


¿No hay nadie? Nada responde. 

Está el olivo roncando, 

las cepas, entre las sombras 

que les acurruca el pámpano, 

duermen su siesta al arrullo 

de canturreos de pájaros.


Y la tarde va alcanzando 

un éxtasis de letargo 

mientras las hormigas marchan, 

una tras otra, llevando 

dorados granos de trigo 

a sus almacenes largos.


¡Despierta, tierra dormida, 

que se aproxima el ocaso 

y ya un vientecillo sopla 

que al sol lo va desnudando! 

La vida empieza, la siesta 

ya se está desperezando.


domingo, 20 de septiembre de 2020

La vendimia (Por la escalera del aire)


Voy a recorrer caminos 

polvorientos y cansados, 

entre pámpanas de viña, 

entre trigales dorados, 

entre olivares dormidos 

y corazones callados.


Voy paseando en otoño 

noches y días, regados 

con sudores de vendimia, 

sueños al pie del arado, 

canciones de viejos tiempos, 

recuerdos de mi pasado.


El sol empieza a asomar 

por montículos lejanos; 

a las pámpanas sonríe, 

a los racimos dorados, 

a los hombres que caminan 

con los aperos cargados.


Con la gorra en la cabeza, 

su pañuelo al cuello echado, 

sus pantalones de pana, 

su petaca y su tabaco, 

su cara curtida al viento 

como ese terruño pardo.


Las mujeres de mi tierra 

—manchegas de viejo arraigo— 

llevan el alma templada, 

el cuerpo muy ajustado, 

la risa por bandolera 

y al horizonte mirando.


El aire de esas llanuras 

que sopla suave y templado, 

perfume de tierra seca 

en la ropa va dejando 

y, en la cara de las mozas, 

color de bronce dorado.


martes, 1 de septiembre de 2020

Volaremos (Las huellas)


Nos volveremos a ver

batiendo alas al viento, 

me tomarás de la mano 

y volaremos muy lejos. 


Cruzaremos mil fronteras, 

galaxias y firmamentos 

y en la paz del infinito 

descansará nuestro sueño.


miércoles, 26 de agosto de 2020

¡Voy a buscarte! (Versos en la niebla)


En las noches de soledad 

siento el calor de tu aliento  

acariciando mi cara. 

Susurran en mis oídos, 

como caricias de Luna,  

tus palabras desgastadas.  


¡Voy a buscarte!  


La noche está tormentosa. 

Chasquidos de espadas rotas 

apedrean la ventana;  

lloran lamentos rebeldes 

acurrucados al alma.  


¡Voy a buscarte! 


El corazón está triste, 

enjaulado en la nostalgia  

de un ayer que no regresa. 

Las dudas de ese mañana 

que despertará mis sueños, 

el tañer de las campanas.  


¡Voy a buscarte!  


Escalaré las montañas, 

escarbaré en el desierto, 

te buscaré en las entrañas  

más oscuras de la tierra.    


Subiré… al infinito, 

con la sonrisa en el alma, 

para que me abra la puerta 

el buen Juez de barba blanca.   


¡Voy a buscarte!


sábado, 1 de agosto de 2020

La imaginación al poder


Un grupo de chicas atrevidas, allá por los años cuarenta y nueve ó cincuenta y con el sano deseo de pasarlo bien, rompiendo la monotonía del pueblo y sus costumbres, decidimos formar un grupo de teatro con los escasos medios que en aquella época existían.


Disponíamos, sí, de ilusión, de imaginación y atrevimiento, contando de antemano que  solo podíamos ser chicas pues no se veía bien que los chicos formasen parte de nuestro proyecto. ¡Ya nos hubiese gustado contar con ellos! pero en un pueblo de mi tierra, San Carlos del Valle, la que tanto quiero, La Mancha, no estaba bien visto, y en vez de teatro nos hubiesen montado un circo.


Pero no nos importó lo más mínimo, nos vestíamos de chicos y en paz.


Empezamos a leer obras de teatro; nos decidimos por los clásicos; pedimos la aprobación de las fuerzas vivas del pueblo y obtuvimos su apoyo.


El éxito  fue rotundo, nos enganchamos a la fama y… una tras otra, representamos casi todo el repertorio de los grandes del Siglo de Oro.


Lo peor fue el fotógrafo, tuvimos que esperar a que llegase el “retratista” con su  trípode y la cámara de madera por donde salía una manga negra ¡UUUFFF¡ no me quiero ni acordar, le llamamos, nos pusimos los trajes -que no digo cómo y con que los hacíamos- y de fondo, para tapar los carruajes, entre dos sujetaban un tapiz y… pues vale, ahí estoy con mi traje, que bien se puede adivinar a quien representaba. 


Me emociona ver la tierra y el desarreglo del suelo, hoy todo es asfalto o loseta, pero debajo continuarán las huellas de aquellos pies que con tanta ilusión imaginación y frescura vivieron los más hermosos años de la vida, la infancia y la juventud.


Gracias a mi sobrina Miqui, que me ha recuperado esta foto.

domingo, 26 de julio de 2020

Yo me iré (Por la escalera del aire)


Yo me iré. Ese día dejaré
de la tierra el sendero.
Los amores que tanto me atan
quedarán como un mágico sueño.
A ese reino que nunca se acaba
volaré, como pájaro ciego. 

Yo me iré, cualquier día,
meteré en mi mochila: recuerdos,
un puñado de polvo y espigas,
un racimo cogido en secreto,
una flor que perfume mis manos
y el sabor y calor de los besos.

Yo me iré y aquí se quedarán,
cual rastrojos marchitos y yertos,
esos días vividos de paz,
esas noches cargadas de sueños,
el crepúsculo rojo y dorado
que, en mi alma, quisiera prenderlo. 

Yo me iré en ese tren de la vida
que no tiene estación ni sereno,
que de lejos nos pone ya alerta,
pues sus máquinas no llevan frenos
y en su inquieto caminar arrastra
juventud, ilusiones y sueños.

No me asusta:
la maleta ya la tengo en el suelo
mirando, esperando en la vía,
de esa marcha su paso ligero
pues, atados los unos a otros,
cruzaremos el mismo sendero:
unos bien con las manos vacías,
otros bien con los brazos muy llenos.

Yo me iré, regaré con cariño
ignorada semilla en el suelo
y algún día, cuando cruce el arado
y remueva la tierra el acero,
brotarán como espigas doradas
ese amor abonado que dejo.

sábado, 11 de julio de 2020

Tú no entrabas (Versos en la niebla)




Un rayo de sol desnudo
me despertó la mañana,
su caricia de sirena
eran besos que abrasaban.  

Quise cogerlo y no pude,
su brillo azul me cegaba.
Abrí la verja del patio,
las ventanas  de la casa.  

Todo se llenó de luz
pero tú… no entrabas.
Me fui  al café del barrio,
en donde todo se habla,
pedí un café con leche,
un zumo y una tostada. 

Saqué mi agenda del bolso,
el monedero, las gafas.
La puerta se abre y se cierra
y hacia él mi mirada.
El salón se iba llenando
y tú… no entrabas.   

Con las gafas de sol puestas,
las manos sobre la barra,
pagué la consumición
con la sonrisa forzada.   

Allí quedaba la mesa,
la servilleta arrugada,
la taza vacía, inmóvil
como un gorrión sin alas.  

Con mi soledad al hombro
recorrí calles y plazas,
pisando piedras y barro
con mi desnuda esperanza.

En la puerta de una iglesia me paré;
le pedí permiso a Dios
para buscarte en su casa.
Me abrió la puerta un anciano
muy amable, barba blanca,
llaves colgadas al cuello,
túnica y sandalias rancias.  

Me dijo llamarse Pedro,
el guardián de las almas.
En el tejado del cielo, las golondrinas cantaban;
y en su canto me decían
que tú… allí estabas.

jueves, 25 de junio de 2020

Volveré en otoño (Versos en la niebla)




El agua de los arroyos duerme en noches de luna grande.
Los recuerdos bucean entre las esquinas de su blanco espejo.
En su radiante luz, palidece la inmensa soledad del tiempo.
La noche se queda desierta, las estrellas duermen con sus desnudos cuerpos entre las sábanas blancas del pálido cielo.  

Enredada en los aires de otoño, soltaré mis cantos.
Pisaré las hojas muertas que en el suelo, se abrazan temblando.
Se aleja el verano, la luz, la hora y el tiempo.
Abrazada a la templanza del otoño.
Oliendo hojas secas y quebradas, siento el húmedo calor de tu aliento.
Recorrí montes y valles. Crucé desiertos y mares.
Me arrastraron huracanes y tormentas.
Fui limpiando de espinas los caminos y los sembré de margaritas blancas.  

Llegará un nuevo otoño y estarán pegadas a la tierra grises y deshojadas.  

Pétalo a pétalo, fueron descifrado el “sí” o el “no”…
Lenguaje idílico de las margaritas blancas.
¡Otoño... arrópalas con tu sol! Arrástralas por tu vientre.
Pero guárdame el oculto mensaje de esa flor que habla.
Volveré… a recogerlo en otoño.

domingo, 21 de junio de 2020

Me voy (Versos en la niebla)




Me voy de aquí, voy a buscar los sueños que perdí en la fría soledad del tiempo. 
Voy a buscar versos, diálogos y sisas bajo el azul del cielo, en el silencio de mi calle. 
Me voy con la mochila a la espalda. 
El río de mis lágrimas al cuello.
Llevo entre mis manos, la nostalgia.  

Me voy, llevo mi dolor y mi alegría, el despertar de mis historias, quiero entrar en el archivo de mi vida.
Voy a recoger las caricias que entre el blanco espejo del agua dejé guardadas.
Voy a sentarme en la musgosa piedra, y en ella dialogar con las ausencias.
Voy a desempolvar la luna y que me deje ver la casa donde duermen y lloran las flores.  

La puerta seguirá abierta, como los brazos del amante que invita a regresar. 
Me voy, mis pies quieren pisar hierba, jugar con las hormigas. 
Saltar arroyos y caminar. 

Quiero ver el jilguerillo que jugaba con mi pelo, beber agua en envase de piedras rodadas.   

¡Ay… mis ilusiones! ¡Mis sueños! 
Cómo añora el camino de mis caminos la sombra de una vieja pared y en ella descansar.
Dormir oyendo el respirar de la tierra, el tañer de las campanas, la serena templanza que revienta la luz de un nuevo amanecer.

¡Me voy! 

miércoles, 24 de enero de 2018

Te conocemos


Llegué, como sombra borrada;
me adentré en el camino del tiempo.
Soplaba un aire sombrío 
como suspiros del cielo.

Blancos caminos de tierra,
piedras que golpean besos;
olor a flores pisadas,
a tierra fresca, a romero.

Se embelesaba mi alma
desfilando por el tiempo,
y con  placer respiraba
el aroma de aquel suelo.

Abrazos de tierra seca 
se apretaban a mi cuerpo.
Percibía el dulce encanto 
de mis añejos recuerdos.

Huellas perdidas, ocultas raíces
que arañan mi cerebro.
Y como besos perdidos
palabras que guarda el tiempo.

Las flores no me conocen, 
nacen y mueren a un tiempo.
Pero el olivo y el olmo, 
el pino, el sauce, el enebro,
el viejo nogal, la higuera...

Todos dicen a mi paso:
¡Amiga, te conocemos!

Un  pajarillo en las ramas 
lanza su piar al viento, 
mis pasos los va empujando
la mano del aire cierzo. 

Me abracé al viejo olmo
donde mi nombre  escribieron.
Y un corazón que traspasa
el dardo de amor eterno.

Y sus ramas  me decían.  
¡Amiga, te conocemos!

Mi estrella se descolgaba
columpiándose en el viento,   
para alumbrarme el camino, 
que se borró con el tiempo. 

Para enseñarme el arrollo,
que continúa corriendo
para mojarme en sus aguas,
cual fuese un bautismo nuevo.

Acaricié su frescura,
su espuma besó mis dedos
y entre las piedras y el barro,
hierbas, tomillo, romero,
sus aguas se deslizaban
como un baile sobre el hielo.

El eco entre las  montañas,
llegaba lejano y terco  
y al romperse con las rocas
oí chasquidos de besos.

Y aquel edén me susurra:
¡Mariana, te conocemos!

viernes, 24 de julio de 2009

Quiero que mueras conmigo


Al leer esta poesía no puedo evitar la emoción y las lágrimas. Cuando la escribí, se la leí a mi marido, y en tono burlón me dijo: “Me gusta mucho, pero si tú mueres, no me quieras llevar a mi por delante“... Es inevitable el terrible dolor que siento en estos momentos, y el dolor que se apoderó de mi vida ese 23 de un mes que no quiero recordar, para no dejar sin terminar, lo que en este momento escribo. Ese día, él moría y yo, aquí estoy con mi dolor recordando aquellas palabras suyas. 

¡Cuando yo me muera, amor, 
quiero que mueras conmigo! 
Y sentir tu carne blanca
junto a mi carne de lirio,
mis sienes sin palpitar, tu corazón sin latido. 

¡Cuando yo me muera, amor, 
quiero que mueras conmigo! 
Quiero tenerte a mi lado 
igual que a esos seis suspiros 
de nuestros seis corazones, 
hijos de nuestro cariño.

Quiero que tu polvo 
inerte se entremezcle con el mío, 
y que el huracán del tiempo 
no lo sople hacia el olvido. 

¡Cuando yo me muera, amor, 
quiero que mueras conmigo! 
Quiero que adornen mi tumba 
dos coronas, dos anillos, 
dos corazones callados 
que anduvieron un camino. 

Quiero llegar ante Dios juntos, 
de la mano unidos, 
como aquel día de agosto
juntamos, nuestros destinos.

¡Cuando yo me muera, amor, 
quiero que mueras conmigo,
y sentir tu carne blanca
junto a mi carne de lirio!

Ruidera en la noche



Este poema lo escribo una noche de verano, cuando todo era calma; Cuando todo en aquel bello paisaje era serenidad y armonía. Me senté en una piedra, al borde de una laguna. La noche estaba inundada de luna, el cielo, era como un manto de seda, transparente y azul salpicado de estrellas. Sólo se oía el croar de las ranas, y el aleteo de un pequeño pajarillo, que se movía entre las ramas de algún árbol.


Las sombras se dan la mano,
las estrellas hacen danza,
las flores, cantos de luna,
la luna, canto de magia.

Las aves, cual lucecillas,
van salpicando en el agua,
y coquetonas se mueven
al ver, reflejar sus alas.

El crepúsculo se ríe,
el aire cantando salta,
la Luna llora de envidia
porque no puede tocarla.

¡Oh, soledad de la noche,
oh noche, que sola danzas
prendida de las estrellas
y salpicada de plata.

¡Corre soledad bendita,
que estoy henchida de gracia,
y estoy tragándome el aire
de esta quietud solitaria!

El viento corre sombrío
por entre rocas y zarzas.
El agua corre saltando,
por las inmensas llanadas.

¡Oh, noche, silencio oscuro,
que infinito amor te guarda,
el alma que paz respira
en las horas de nostalgia!

Al duende de medianoche,
yo le pediré la gracia,
de que me prenda una estrella,
en mis trenzas, despeinadas.

¡Silencio mágicas sombras,
que la luna esta cansada.
y en unas horas,no más,
vendrá el sol a despertarla!

La luna cierra sus ojos
y el agua color de plata,
canta; una nana de cuna,
para la noche cansada.

Amor ausente



¿Sabes amor, que el huerto ya ha brotado
y el limonero huele a tu hermosura?
¿Sabes que el azahar ha despertado
y mi alma, ya se ha henchido de ternura?
¿Sabes, que el ruiseñor se ha enamorado
y corre por los prados en su altura?

Yo quiero como él, volar cantando,
al nido donde pones tu figura,
volando; y dando besos a la nada,
saltando como barca entre la espuma,
apartando las estrellas con mis manos...

¡Qué alegría llegar, amor y amado,
y juntarnos como beso en noche oscura
y caer, como un suspiro, entre tus brazos!

Al volver



Todos, alguna vez hemos sido testigos, de la alegría, que manifiestan esas personas que por cualquier motivo, dejaron su pueblo, y al regresar, la alegría y la emoción les invade.


Yo abandoné, buscando entre las sombras
luz que ansiaba en sueños juveniles,
y lenta caminé sendas que asombran
y en extraños busqué, lo no posible.

Ya fuera de mi hogar, tarde la luz
ilumina mi frente muy cansada
ilusiones y sueños ya perdidos
voy buscando la sombra de mi casa.

Ya arrugada mi frente, el alma rota
que recibió en la ausencia la pedrada
de mirar hacia atrás, y ver la vida
que abandoné, por sueños de ignorancia.

Reclino el cuerpo, cansado, y ya marchito
en el tronco de la encina solitaria,
y su sombra, podrida y lacrimosa,
me socorre caricias con sus ramas.

¡Es volver a la vida! Oigo el eco,
y percibo la apetecida calma,
el tronco amigo, la tierra que me viera nacer
hoy me recibe con el rumor del agua.

Mi vida se agostó por los caminos,
que dejan huella, traslúcida en el alma.
y ahora quiero, desnuda de ilusiones,
morir, por los caminos de mi infancia.

Te recuerdo



Cuando la persona que quieres, ya sea un amigo, un familiar o quizá esa persona que amas, y que un día ha desaparecido de tu lado, todas las cosas, y todos los acontecimientos de la vida, te traen a la memoria recuerdos que te atrapan y que lógicamente no puedes apartar.


Cuando en mi silencio escucho,
las gotas de agua cayendo
cuando humedece mi cara la lluvia,
yo te recuerdo.

Cuando me huele a tomillo,
rosas frescas o romero
cuando contemplo la luna,
yo, te recuerdo.

Cuando miro las estrellas
que tintinean en el cielo
cuando huele a tierra fresca,
yo… te recuerdo.

Cuando mis manos recogen
y cuentan pétalo a pétalo
las hermosas margaritas,
yo… te recuerdo.

Cuando el aire sopla fuerte
cuando arrecia el aguacero,
cuando me besa la brisa,
yo te recuerdo.

Así, de noche y de día,
con mi loco pensamiento
con la mirada perdida,
por un horizonte muerto,
abrazándome a la noche
con lágrimas y silencios,
palpando a oscuras el aire
y guardándolo aquí dentro,

Llorando mi desventura
se va agostando mi cuerpo,
se va secando la sangre
que en mis venas va corriendo.

Y no puedo ni un segundo
ni un instante, ni un momento,
arrancar de mi memoria
esa imagen de un recuerdo.

Y te veo en la distancia,
y te contemplo en el cielo,
y te miro por el agua,
y te adivino en mi pecho,
y te beso en mi locura
y te odio, y te aborrezco,
Y te abrazo con ternura
y llorando te desprecio.

Y vivo, como una sombra
separada de su cuerpo,
como una noche sin día,
como boca sin aliento,
como una rosa marchita
arrancada por el viento.

Así voy, siempre arrastrando
la cruz prendida en mi pecho,
el dolor de un desengaño,
la pena de tu desprecio.

¡Pero amor ¡ ¿Qué quieres que haga?
Yo te recuerdo.

Soledad



Ojos lluviosos, derramando siempre
esa sal tan amarga del dolor,
y en esa soledad tan sólo viertes
a canjilones, tu despreciado amor.
Tengo en mi corazón adolescente,
más dolores y penas que la historia
tengo mi alma, carcomida y vieja,
y de llagas, se alimenta mi memoria.
¡No puedo recordar tanta amargura,
si en silencio, yo sola he de vivir
tanta pena me lleva a la locura,
y tapando mi alma, quiero huir
a ese mundo, más lejos de la luna,
pues muerta, con mi amor, puedo vivir.

Desgarro



Esta poesía la escribo, un día que pensé me sentía libre de mis muchas preocupaciones. Mis seis hijos y mi marido, ocupaban todas las horas de mi vida. Ese fin de semana; unos marcharon a casa de los abuelos, otros a un campamento, mi marido a un cursillo y yo tan feliz y contenta, me colgué el bolso y salí a la calle para disfrutar de mi libertad. Lo que yo jamás pensé que al regresar a casa, me esperaba, algo mucho más duro, y que yo no conocía... La soledad.

Ante la puerta cerrada
puse la llave con miedo,
en el umbral me he parado,
para mirar… el silencio.
Me pasé a la habitación
y había en un cenicero,
los restos de unos pitillos
que lentamente se ardieron.
Las copas están vacías
y una botella en el suelo,
sentía como la noche
helaba todo mi cuerpo.
Me olía a todos, a ti,
a palabras, a silencios,
a regañinas, a broncas,
a tristezas, a contentos,
a caricias, a ternuras,
a risa, a llantos, a besos…
Y yo estaba sola. Así,
frente a frente a los recuerdos.
Cogí la copa vacía
y la llene a chorro lento,
y de un trago largo, apuro,
todo ese amargo silencio.
Me recosté en el sillón
y le llamé, ¡compañero!
mis ojos se iban nublando
de copas y lagrimeos.

Tiré la copa con rabia
y la pisé por el suelo,
grité al silencio, y a nada,
lloré, no sé cuanto tiempo,
luego dormí, no sé cómo
y desperté, no me acuerdo.
La casa, seguía triste,
igual que un baile de muertos,
la cafetera vacía,
las tostadas en el fuego
apagadas, y resecas
con el corazón muy negro.

Salí otra vez a la calle,
y no encontré nada nuevo
todo era, pardo y confuso,
todo rumores inciertos.
Abrí otro vez esa puerta
y una luz se fue muriendo,
quedé tirada en la alfombra
como un delfín prisionero,
como una mancha de vino,
como el rumor de un lamento,
como una serpiente herida
enroscada por el suelo.
La puerta, estaba cerrada
y en el umbral, el silencio.

Sin ti



Este poema lo escribo cuando solamente tenía que pasar unos días sin él.
Mi marido. Ahora tengo que pasar el resto de mi vida y todas las noches tienen que ser, IRREMEDIABLEMENTE ¡SIN TI!...


Llego la noche; y me encontré tan sola
que abrazada a la almohada me dormí.
Los sueños que captaron mi agonía
magnánimos me llevan hacia ti.

Esa noche, que en sueños yo te tuve
apretada en tus brazos me sentí,
y mis besos en tus labios temblorosos
me quemaron, al sentirlos junto a mi.

Agitado el corazón fuerte palpita,
me traiciona la ilusión; triste sentí
que al despertar tu imagen me abandona
y en lágrimas la almohada humedecí.

Si ya no tengo vida, quiero al menos
en sueños por la noche, yo vivir.
Dormir eternamente entre tus brazos
sin miedo al despertar, que es mi morir.

Esperanza



Yo te esperaré despacio
sentada en la distancia y en el tiempo.
Mirando a la ventana de los días
cantando en mi silencio.

Te esperaré mirando
el correr de las aguas y del viento
llorando el abandono de las cosas
sufrida en mi sufriendo.

Y tú ¿vendrás?... no dudo
porque te arrastran fuerte los recuerdos,
mis brazos que amorosos te apretaron,
aún queman en tu cuello.

Me quedaré dormida,
soñando en el hechizo de tus besos,
oyendo el susurrar de tus palabras,
troceando recuerdos…

Y tú, ¡no volverás!

El regreso



A pie va caminando lentamente
por caminos pedregosos y curvados,
mi corazón que llora como un niño
por su madre y por la vida abandonado.

La casa de su cuna ya divisa
allá por los montículos dorados
y cruza las espinas y las piedras,
tirando de su sangre a puñetazos.

Un chorro de su vida, en el camino
lo mismo que camina va dejando,
la angustia y la ansiedad que le aprisionan,
le calman a la vez que va llegando.

A la sombra de la casa derruida,
duerme el perro canoso y rabilargo,
el árbol que abrazaba con su sombra,
se humilla medio seco y arrugado.

Ya respira con angustia, y alegría
el olor de las piedras y los prados,
y la paja, que seca ya en la era
un olor a nostalgia le a dejado.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Te dejé



Agarrada a mi maleta,
con la sola compañía de una lágrima
y apretando en mis recuerdos,
esos limpios horizontes que dejaba.

Era un día como otro,
sin relieve en el camino que cruzaba,
sin perfumes misteriosos,
sin la blonda de la falda almidonada.

Sin adioses con sortijas,
sin sonar de las pulseras engarzadas,
sin caricias lisonjeras,
sin aplausos, sin suspiros ni palmadas.

Yo cruzaba aquel camino
y mi mano a las espigas abrazaba
y mis pies muy doloridos
a las piedras del camino se apretaban.

Pajarillos y langostas,
lagartijas, culebrines y chicharras
se venían a mi paso,
para darme con mi adiós una mirada.

Poco a poco fui dejando
de mi tierra su llanura y su montaña,
sus perfumes a romero,
la frescura de sus tierras bien labradas
y esa encina gigantesca
que su sombra al caminante le derrama
y ese azul de cielo limpio,
transparente como arroyo entre montaña.

Hoy respiro en el asfalto
y edificios que aprisionan la mirada,
gigantescos y podridos torreones
cual colmenas habitadas.

Y me duele ya la sangre
de esta espina que en el pecho me taladra
y se hunde lentamente
por las células rebeldes de mi alma.

Oigo el silbo de los vientos
que me trae aquel aroma de la Mancha
y me dice dulcemente
que me esperan sus llanuras ensanchadas,
que me esperan los molinos
con sus aspas a los cielos levantadas,
que me esperan las estrellas
fulgurantes como aquellas noches claras.

Que la luna se ha asomado,
de los cielos a su espléndida ventana,
a mirar por los caminos
porque cree que está ya cerca mi llegada.

Y yo aquí vivo soñando,
con mil sueños de ilusión y de esperanza,
recogiendo entre suspiros
todo el aire de mi tierra enamorada.

Y lo aprieto con mi pecho
y me baño con la espuma de sus alas.
y mi risa se hace llanto
que me asfixia,
que me ahoga,
que me abrasa.

Soñando mi pueblo



Soñando, que voy soñando,
caminos de tierra blanca;
soñando, que voy soñando,
con nostálgica añoranza.
Soñando con tus llanuras,
con tus pobres casas blancas,
con tus olivares verdes,
con tus campiñas doradas.

Soñando, que voy soñando,
fuera de mi tierra amada,
y el corazón lleva sombra
sin la luz que tú le dabas.
Y cuando llega la noche,
con la cabeza en la almohada,
apenas cierro los ojos
el alma del cuerpo salta.
Y sueño, sueño una noche
y otra noche, noches largas,
con aquel bello crepúsculo
sobre largas lontananzas.

Sueño que sueño, mis sueños,
sueños de mi tierna infancia
en aquella casa humilde
palpitante de esperanzas.

En aquel patio de piedras,
donde la lluvia marcaba
gorgoritos en los charcos
que mis ojos contemplaban.

Con infantil fantasía,
mil sueños se resbalaban
por aquel limpio arroyuelo
que alegre serpenteaba.

A través de aquel espejo,
palacios yo adivinaba,
enormes puestas de sol
con ángeles que jugaban.

Sueño que sueño, llorando
recuerdo aquella montaña
por donde días felices
mis pasos se deslizaban,
y cogiendo con mis manos
amapolas, preguntaba:
¿Será fraile?,¿Será monja?...,
una ilusión desgranada;
margaritas que el camino
adornan como guirnaldas,
una a una, de su cáliz
los pétalos le arrancaba:

¡Dime que sí, o es que no!...
¡Ay, qué gran pena me daba
si la margarita injusta
de mis deseos negaba.

Soñando que voy soñando
caminos de tierra blanca;
soñando que voy soñando
con nostálgica añoranza.

En una aldea



Está el aire que se ríe de contento
contemplando los trigales y las flores.
Sopla el aire que se cae de flamenco
revisando los arados y las trojes.

Está el agua que se para sin aliento
resonando, de la noche, a los albores,
recorriendo sin obstáculos y a tientos
las praderas, los trigales y los bosques.

Y esa brisa, que no tiene impedimento
de correr y correr sin llanto o pena,
sin que nadie se apodere de su aliento,

¡que sencilla, se pasea y qué serena;!
¡que perfume da a la rosa! y, alimento es
de los pájaros, el crepúsculo y la aurora.

El campo manchego en siesta



Me asomé por la ventana
de su horizonte dorado...
¿Está dormida? ¿Está muerta?...
Sola en silencio mirando,
tendida con la mortaja
del trigo seco en su mano.

El crepúsculo encendido
parece un ascua brillando;
los surcos, resquebrajados,
sedientos de desamparo,
alargan lengua de sed
en las tardes del verano.

La fuentecilla está seca,
los caminos empolvados,
la encina sola, en silencio,
le brota sudor y llanto
de su tronco ennegrecido,
bronco, roto y arrugado.

El sol rojo, enfurecido,
que se alarga como el rayo
vistiendo de oro y de fuego,
de púrpura decorando
las blancas paredes viejas
de un caserío olvidado.

La tarde está sola... duerme
la tierra a todo lo ancho;
la esperanza se pasea
con los brazos estirados;
los sueños y las pasiones,
sueltos, van jugueteando.

¿No hay nadie...? Nada responde,
está el olivo roncando;
las cepas, entre las sombras
que les acurruca el pámpano,
duermen su siesta al arrullo
de canturreos de pájaros.

Y la tarde va alcanzando
un éxtasis de letargo
mientras hormigas caminan,
una tras otra, llevando
dorados granos de trigo
a sus almacenes largos.

¡Despierta, tierra dormida,
que se aproxima el ocaso
y ya un vientecillo sopla,
que al sol lo va desnudando!

La vida empieza..., la siesta
ya se está desperezando.

El ayer de mi vida



Llovía..., recuerdo inusitado
de aquellos bellos días,
de una infancia dorada
en aquel pueblo blanco
de mi chica patria amada.

El invierno era hermoso
y, en torno a la hoguera,
mi padre y mi tío
nos contaban historias
de bandidos y guerras.
Nuestros ojos brillaban
por el miedo y la pena
y, mirando la llama del fuego,
mil imágenes flotan en ella.
Y al chisporroteo de la chimenea,
galopar a tropel mil caballos,
parecían parar a la puerta.

¡Qué hermosa, qué bella
fue para mí, entonces,
la vida hogareña!
Pasaban los días como por encanto;
largas noches oscuras de invierno
con la lluvia en el patio azotando.
Y algún día, al ir a la escuela,
con las ascuas en lata brillando,
me encontraba las calles vestidas
con capa de blanco.

¡Qué ilusión el pisar en la nieve,
qué crujiente mi pie iba estrenando,
y aquél aire tan puro y tan limpio,
juguetón, en la casa azotando.

Guirigay de chiquillos, jugando
y saltando, impacientes y fríos,
en una gran fila
el portón de la escuela apretando.

¡De recuerdos el alma está llena,
con mi pluma se están escapando
en el largo y feliz recorrido
do mi mente se está recreando.
Inocencia perdida..., amigos lejanos.
¿Dónde está aquella niña traviesa
que su pie sacudía en los charcos?

¡Y aquellos veranos!...
tan desnudos y llenos de espigas,
la chicharra y el grillo cantando,
y el olor a la paja y el trigo
que en la era se estaba hacinando.

Aún recuerdo esas noches,
todo el cielo de estrellas brillando
y mis ojos, hundidos en ellas,
una a una las iba contando.
¡Qué bonita que estaba la Luna
con la sombra del árbol jugando!
Y la gente, sentada a la puerta;
la lechuza en la torre, mirando,
y las mozas qué alegres reían
cuando el mozo pasaba cantando.

¡Oh, vida sencilla de mi pueblo amado,
te venero y te adoro fielmente!

Un relajo a mi cuerpo está dando
sólo el recordar de mi vida,
unos años lejanos.
Adoro tus casas, tu torre, tus campos
y tus calles desiertas de luces,
que la Luna te lleva en sus brazos.

Recordando




14 de Septiembre. Fiesta de mi pueblo.



Se va envejeciendo el alma,
el cuerpo tengo cansado,
me pesa como la bruma
o un dolor en el costado.

Una angustia que me ahoga
de la garganta a los labios;
un sollozo que se escapa
y se pierde en el espacio.

En tal día y a tal hora
se repite, año tras año
cual golpe de martinete
en mi mente, resonando.

¡Campanas las de mi tierra,
torre de mi pueblo amado
con su Cristo y sus espigas,
con sus recuerdos callados!

Por tu fiesta y por tu Cristo,
por tus calles y tus campos,
por tu plaza y tus caminos
van mis recuerdos... llorando.

Yo, tu amante



Reclinada en las húmedas piedras
de aquel largo y hermoso sendero,
con perfume de místicas flores,
con olor a salvajes romeros,

con sudores que empapan la tierra,
con suspiros que arañan al cielo,
con palabras que salen temblando
de unos labios que besan tu viento.

Van camino de tu ancha llanura,
agolpados a tí, mis recuerdos,
soy La Mancha, soy tierra sencilla,
soy amor, soy trabajo, soy celo.

Soy los pueblos con puertas abiertas
y estoy sola en mis noches de invierno,
respirando el aroma de ausencia,
virgen blanca, de tus muros viejos...

Inclinada a tu puerta oxidada
voy a abrir con cautela el recuerdo,
el chirrido de tus cerraduras
ya me avisa que ha pasado el tiempo.

Solitaria, tu torre en las noches,
con sus largas sombras tendidas al suelo,
duerme el pajarillo, prendido en las ramas,
duerme en tus entrañas, el pan y los besos.

Pisé con silencio tus senderos llanos,
besé tus espigas, las mojé de llanto,
deshojé en tus campos blancas margaritas,
y en tu sol dorado abrasé mi vida.

¡Quisiera gritar, como si encerrado
en cárcel de acero esta ausencia fuera,
y arañando fuerte mis viejos recuerdos,
llorar con mi frente pegada a tu tierra.

Caminante abstracto, sin sendero fijo,
desdeñando bienes y finos prestigios,
yo añoro tus rudos y pardos senderos,
tus paredes blancas, tus rejas de acero.

Del viento, en otoño, percibo tu aliento,
de la primavera, tu olor a romero;
y, al soñar, parece que abrasan mi carne
esos rayos rojos de tu sol que arde.

¡Soñar caminando... qué hermoso camino!
¡Qué largos senderos el tuyo y el mío!
Mis huellas se cubren de lodo, en el tiempo,
y el tiempo ensanchando tu camino abierto.

Pequé: voy pidiendo perdón dolorido.
Pequé porque tengo locura de amante,
y mi alma contrita no atiende al olvido...
se arrepiente, llora... y cae al instante.

¿Porque yo te quiera voy a condenarme?
¿Porque no te olvido podrían juzgarme?
Amor, siempre ha sido grandeza del alma,
me dio un alma grande mi amor a La Mancha.

Tierra manchega




¿Por qué estás callando, dime?
¿Por qué tú no hablas de mi tierra?
¿Por qué no enteras al mundo
lo que en tus entrañas cierras?...
Vives tendida y callada
durmiendo tu larga siesta,
soñando con aventuras,
llorando con la quimera
de aquel caballero andante
que de una pluma naciera.
¿Por qué mi Mancha no gritas?
¿Por qué tú no te rebelas?
Si eres madre, la que pare
cada año cien bodegas.
Si de tu vientre bendito
nacen hermosas cosechas.
Si germinan en tu entraña
olivo, manzano y cepa,
los que adornan tu hermosura
como aureola de estrellas.
¿Por qué no presumes, dime?
si eres casta, hidalga y nueva.
¿Por qué estás acurrucada
con tus ilusiones viejas?...
¡Mira con orgullo, mira
lo que diste en tu tarea!...
Hombres curtidos y recios
que hoy encorvados pasean
por nuestros pueblos sencillos
cual monumentos de piedra.
A mí me gustan, me gustan
porque soy hija manchega,
porque nací del sudor
en tus agostadas tierras.
Y sueño en la reciedumbre
de aquellos surcos de reja
y en manos encallecidas
en arados y manceras,
en esos locos quijotes
y en hermosas dulcineas.
Y tú estás callando, mira,
como tu nombre flamea
en los más sabios renglones
que de libros se escribiera.
Parece que estás soñando,
con mirada lastimera
contemplas que ya no pisa
tu vientre la mula vieja.
No importa. Todo es así.
Se cambió el pan y la avena,
las azadas y el rastrillo,
los carros y las galeras.
Están cambiando tu faz
con la mecánica nueva,
tú ya no vistes de harapos
ni collares de cadena...
Hoy retumban los motores
que van surcando tu tierra
y los hombres que te visten
de trigo en la sementera,
se encaraman orgullosos
como con traje de fiesta.
No pareces la que fuiste
aunque a mí me cause pena,
cuando no veo al gañán
con la yunta y la collera.
Pero confiemos, firmes,
en la sangre de esta tierra,
que nada podrá arrancar
nuestras costumbres añejas,
que huele a oasis, a paz,
el trigo y paja en la era.
El canto de la chicharra,
el runruneo de siestas,
el anochecer romántico
en las tardes veraniegas.
El sonar de las campanas
desde nuestra vieja iglesia,
el rosario,la tertulia,
niños que a la ronda juegan
y el paso lento y callado
del pastor con las ovejas.
Tú siempre, Mancha, tendrás
olor a queso y a siembras,
a vino, a pan, a matanzas,
vendimia, azafrán y siega.
A hombres quemados, valientes
como el de Quijano era,
que apretándose a la lanza
con molinos hacía guerra.
Y aquel Sancho que bebía
vino de tus buenas cepas.

El regreso



A pie va caminando lentamente
por caminos pedregosos y curvados;
mi corazón que llora como un niño
por su madre y por la vida, abandonado.

La casa de su cuna ya divisa
allá por un montículo dorado
y cruza las espinas y las piedras
tirando de su sangre a puñetazos.

Un chorro de su vida en el camino,
lo mismo que camina va dejando
la angustia y la ansiedad ,que le aprisionan,
le calman a la vez que van llegando.

A la sombra de la casa derruida
duerme el perro canoso y rabilargo;
el árbol , que abrazaba con su sombra,
se humilla medio seco y arrugado

Ya respira con angustia y alegría
el olor a las piedras y los prados
y a la paja que seca ya, en la era,
un olor a nostalgia te ha dejado.

Ese hombre



Al volver de un camino,
tremendamente largo,
con las tierras resecas
y todo ya segado.
Las flores son las sombras
de pétalos dormidos,
las espigas el llanto
de un sol adormecido.

Hoy vengo a ver al hombre
que tanto me quería,
el que nunca de mí
su mirada ha apartado,
El que a mi oído triste
susurraba un suspiro
y, con frases divinas,
me apartó del pecado.

Hoy vengo a ver al hombre
que, en su frente, tenía
una diadema ruda
prendida como un clavo.
Su cuerpo descarnado,
como un sarmiento seco
sus pies lacios y fríos,
cual púrpura morada.

Hoy vengo a ver al hombre
que tanto me quería
y he mirado sus ojos
de fiel enamorado.
Y no pude decirle
que yo también le quiero
pues, un nudo de angustia
mis labios ha sellado.

Hoy vengo a ver al hombre
que sus brazos me abría,
he mirado su pecho,
que aún sigue desgarrado.
Una lágrima he visto
correr por sus mejillas
cuando besarle quise
la llaga en su costado.

Me aparté de repente
de ese cuerpo bendito
al ver, con amargura,
que seguía clavado.
No curaron las ciencias
su herida ni su grito.
nadie bajó esos brazos
que tendrá tan cansados.

Coger quise su cuerpo
como un niño dormido
y un almohadón de estrellas
hacer en mi regazo.
Quise curar su herida
con besos de ternura,
quise lavar sus ojos
con bálsamo sagrado.

Hoy vuelvo a ver al hombre
que a este pueblo vigila,
que, firme, en esa cruz
nos cubre con su abrazo
que una llama de fuego
desprende su figura
y el amor que nos tiene
traspasa como el rayo.

Hoy he visto a ese hombre
y "Cristo" le decimos,
y "Cristo" en la desgracia
a gritos le llamamos.
Y una antorcha encendida
son nuestros corazones
cuando entonamos juntos
a "Cristo" nuestros cantos.

Al volver



Lo abandoné, buscando entre las sombras
luz que ansiaba en sueños juveniles
y, lenta, caminé sendas que asombran
y, en extraños, busqué lo no posible.

Ya, fuera de mi hogar, tarde de luz
iluminan mi frente muy cansada
ilusiones y sueños ya perdidos,
voy buscando la sombra de mi casa.

Ya arrugada mi frente, el alma rota
que recibió, en la ausencia, la pedrada,
de mirar hacia atrás y ver la vida que
abandoné, por sueños de ignorancia.

Reclino el cuerpo cansado y ya marchito
en el tronco de la encina solitaria
y su sombra, podrida y lacrimosa,
me socorre caricias con sus ramas.

¡Es volver a la vida! Oigo el eco
y percibo la apetecida calma,
el tronco amigo, la tierra que me viera nacer
hoy me recibe con el rumor del agua.

Mi vida se agostó por los caminos
que dejan huella translúcida en el alma
y ahora quiero, desnuda de ilusiones,
morir por los caminos de mi infancia.

Deseo



Silencio, frío, suspiros, melancolías.
¡Ay, tiempos que perdidos, no olvidados,
aún en mi cerebro siento!

Noches oscuras; desierta luna en el valle
que quise alcanzar corriendo.
yo volveré, seré niña y jugaré
con tus espigas mordiendo.

Llegaré despacio, triste,
tan triste como un recuerdo.
Me colgaré de tu luna,
me bañaré de tu viento,
humedeceré de llanto,
¡ay, tierra! tantos recuerdos.

Iré a dejar, en el fondo
de tus entrañas, un verso,
un pétalo ya marchito
de rosas que en ti nacieron.

Escarbaré con mis uñas tus raíces
y estos dedos volverán a ser el polvo
que un día llevará el viento.

De rodillas, descalza el alma
de tanto zapato prieto,
correré como una hoja
perdida por el desierto.

Rezaré y mi alma desnuda
se bañará del incienso
que humea por las rendijas
de tus gratos sentimientos.

Y después caeré rendida
bajo la luna y tu cielo
siendo, para esta miseria de carne,
mortaja y velo
que cubra, como una nube,
mi corazón en silencio.

Hombre de campo




¿Ya tienes preparado tu barbecho?
¿Ya limpiaste la tierra de la grana?
¡Qué jugo le sacaste y qué provecho,
callado labrador que te derramas.

Ahora, toma un descanso entre las ramas
y bebe de esas aguas en su lecho;
mira la creación cómo se inflama
latiéndote muy dentro de tu pecho.

Duerme y mira, del cielo, el tiempo manso,
y ahuyenta ya tus penas compartidas...
¡Qué bien te lo mereces hortelano.

Que de tanto cavar, la frente inclinas,
hueles a pastizales requemados,
a sol, a tierra, a vientos y a semillas.

¡Hónrame!




Hónrame ser de la era,
hecha con trigo y cebada,
creciendo como la espiga,
por los vientos maltratada.

Ser de una tierra labriega,
sencilla, noble y callada,
mirando cara a la luna
y pisar tierras surcadas.

Hónrame ser de los soles
que abrasan esas besanas
doradas, como racimos
que crecen bajo la pámpana.

Hónrame ser de la tierra
que, seca y atormentada,
florece en la primavera
con verdores de esmeraldas.

Ser ancha como la encina
que ha crecido solitaria
bajo millones de estrellas
que su viejo tronco abrazan.

Quisiera quedar dormida
o morir muy abrazada
en esa quietud serena
de los campos de La Mancha.

No sé si volveré




No sé si volveré, tierra querida,
mirar tus paredes rojiblancas.
no sé si volveré por tus veredas
volveré cruzando tus llamadas.

No sé si volveré con alegría
estrujando el pañuelo de mis lágrimas;
volveré con la frente muy serena
o, tal vez, con la mente atribulada.

Volveré con el cuerpo ya marchito
en la gran opulencia de la savia
si mis pies pisaran por tus caminos
tus aires cruzaré con blacas alas.

Yo te pido, si no vuelvo, que busques,
que me llames en las noches solitarias;
que me arranques si me cogen las sirenas,
de los fondos de los mares, y sus aguas.


Grítame por los bosques intrincados,
por las selvas donde el aire tanto brama,
por los prados donde corre el arroyuelo,
por los montes donde cantan las cigarras.

Búscame en las espigas del camino
como a un pajarillo entre las ramas;
búscame en las arenas del desierto
en el centro solitario de la nada.

Echa al aire el rodar de tus molinos,
haz sonar el quijote con su lanza;
mándame al buen Sancho con tu aviso
y yo iré a comer en tus posadas.


Si, al pisar los zarzales de la vida,
ves mis pies que, de heridas, se desangran,
lávalos con el vino de tu bota
y húndelos en el polvo de tu paja.

Si adivinas que mis ojos han perdido
ese brillo que en tus brazos vislumbraban,
úngelos en el agua de tus ríos,
de ese río que se pierde, el Guadiana.

Cógeme, si tú ves que se ha quemado
de mi cuerpo la juventud lozana.
Llévame al frescor de tus lagunas:
Redondilla, la Del Rey o la Colgada.


Déjame, respirando en esa orilla,
donde crecen los romeros y las dalias
y, soñando, al perfume de su brisa
volveré a ser feliz ¡mi tierra amada!

¡Abridme la puerta!



Ábreme la puerta, amigo,
ábrela de par en par
que mi camino es un grito
y tengo que descansar.

Ábreme la puerta, amigo,
que tengo que recoger
los recuerdos que aquel día
olvidados me dejé.

Abrid la puerta del tiempo,
dejadme entrar ¡por favor!
que, sembrado dejé un día,
y abonado, el corazón.

Los años me han recordado,
justo donde lo sembré,
a la sombra de aquel árbol
donde contigo jugué.

A la orilla de aquel huerto
donde el reguero corría,
donde crecían las flores
y las ovejas comían.

Donde la noria da vueltas,
donde el patatar crecía,
donde se inclinaba el hombre
que aquellos surcos abría.

Donde cantan las cigarras,
donde la alondra dormía,
donde la siesta callada
mil silencios repetía.

En los flecos de la Luna,
en esa estrella perdida,
en el centro de la noche
o al borde del mediodía.

En estos sitios yo tengo
unas ideas perdidas,
unas frases olvidadas,
una lágrima escondida.

No me cerréis, ¡por favor!
la puerta de este misterio
que, hoy, quiero pasito a paso
recorrerlo en mi silencio.

Abridme la puerta, amigos,
abridla de par en par
que aquí dejé mis raíces
y las tengo que regar.

Lagunas prisioneras



A las lagunas de Ruidera, 1976.


A los pies de estas verdes montañas
salpicadas con rayos de luna,
bajo un manto cubierto de estrellas
que reflejan las bellas lagunas.

Yo quisiera cantar un poema,
el más bello que plasme mi pluma
pero, amor y belleza me arranca
Esta noche, que es todo hermosura

Se respira el olor a romero,
el tomillo esta noche perfuma
y se mueven las ramas del pino,
donde duerme la alondra desnuda.

Sopla el aire cargado de sueños
y, en la casa, con suave dulzura
va dejando perfume de amores
el silencio, en la dulce penumbra.

Ya las sombras se duermen serenas,
ya el silencio es anillo de cuna,
y un gemir misterioso se escucha
en las entrañas de la tierra profunda.

Es lamento o quejido lloroso,
es un llanto con lágrima pura
recordando, quizá, de aquel tiempo
que esta tierra se abría desnuda.

Hoy se sienten aisladas y solas,
prisioneras de aceros y puntas,
y por eso se escucha en la noche
el gemir misterioso de estas bellas lagunas.

Ellas, que abren su amor a los hombres,
que en sus aguas los niños disfrutan,
que recogen palabras de amores
y las bañan en noches de luna.

Ellas brindan descanso a los ojos
muy cansados de noches impuras,
y que el alma se siente embriagada
en su inmenso cariz de ternura.

Han llegado, al correr de los tiempos,
a esta triste prisión que le anuda,
y sus aguas palpitan de pena,
y un gemir misterioso en la noche se escucha.

¿Por qué al campo le ponen barreras?
¿Por qué enclaustran así las lagunas?
¿Por qué quieren aislar estas aguas,
apretando sus bellas figuras?...

¡No pongamos cadena a las flores!
¡No pongamos barrera a la Luna!,
pues si atamos así los amores
nacerá incomprensiones y dudas.

Pues, sabed que es muy triste escuchar,
en las noches muy claras de luna,
el gemir misterioso y callado,
en su cárcel sombría y oscura,
donde saltan aisladas de aceros
nuestras bellas y tristes lagunas.