jueves, 25 de septiembre de 2008

Yo, tu amante



Reclinada en las húmedas piedras
de aquel largo y hermoso sendero,
con perfume de místicas flores,
con olor a salvajes romeros,

con sudores que empapan la tierra,
con suspiros que arañan al cielo,
con palabras que salen temblando
de unos labios que besan tu viento.

Van camino de tu ancha llanura,
agolpados a tí, mis recuerdos,
soy La Mancha, soy tierra sencilla,
soy amor, soy trabajo, soy celo.

Soy los pueblos con puertas abiertas
y estoy sola en mis noches de invierno,
respirando el aroma de ausencia,
virgen blanca, de tus muros viejos...

Inclinada a tu puerta oxidada
voy a abrir con cautela el recuerdo,
el chirrido de tus cerraduras
ya me avisa que ha pasado el tiempo.

Solitaria, tu torre en las noches,
con sus largas sombras tendidas al suelo,
duerme el pajarillo, prendido en las ramas,
duerme en tus entrañas, el pan y los besos.

Pisé con silencio tus senderos llanos,
besé tus espigas, las mojé de llanto,
deshojé en tus campos blancas margaritas,
y en tu sol dorado abrasé mi vida.

¡Quisiera gritar, como si encerrado
en cárcel de acero esta ausencia fuera,
y arañando fuerte mis viejos recuerdos,
llorar con mi frente pegada a tu tierra.

Caminante abstracto, sin sendero fijo,
desdeñando bienes y finos prestigios,
yo añoro tus rudos y pardos senderos,
tus paredes blancas, tus rejas de acero.

Del viento, en otoño, percibo tu aliento,
de la primavera, tu olor a romero;
y, al soñar, parece que abrasan mi carne
esos rayos rojos de tu sol que arde.

¡Soñar caminando... qué hermoso camino!
¡Qué largos senderos el tuyo y el mío!
Mis huellas se cubren de lodo, en el tiempo,
y el tiempo ensanchando tu camino abierto.

Pequé: voy pidiendo perdón dolorido.
Pequé porque tengo locura de amante,
y mi alma contrita no atiende al olvido...
se arrepiente, llora... y cae al instante.

¿Porque yo te quiera voy a condenarme?
¿Porque no te olvido podrían juzgarme?
Amor, siempre ha sido grandeza del alma,
me dio un alma grande mi amor a La Mancha.

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