jueves, 25 de septiembre de 2008

Tierra manchega




¿Por qué estás callando, dime?
¿Por qué tú no hablas de mi tierra?
¿Por qué no enteras al mundo
lo que en tus entrañas cierras?...
Vives tendida y callada
durmiendo tu larga siesta,
soñando con aventuras,
llorando con la quimera
de aquel caballero andante
que de una pluma naciera.
¿Por qué mi Mancha no gritas?
¿Por qué tú no te rebelas?
Si eres madre, la que pare
cada año cien bodegas.
Si de tu vientre bendito
nacen hermosas cosechas.
Si germinan en tu entraña
olivo, manzano y cepa,
los que adornan tu hermosura
como aureola de estrellas.
¿Por qué no presumes, dime?
si eres casta, hidalga y nueva.
¿Por qué estás acurrucada
con tus ilusiones viejas?...
¡Mira con orgullo, mira
lo que diste en tu tarea!...
Hombres curtidos y recios
que hoy encorvados pasean
por nuestros pueblos sencillos
cual monumentos de piedra.
A mí me gustan, me gustan
porque soy hija manchega,
porque nací del sudor
en tus agostadas tierras.
Y sueño en la reciedumbre
de aquellos surcos de reja
y en manos encallecidas
en arados y manceras,
en esos locos quijotes
y en hermosas dulcineas.
Y tú estás callando, mira,
como tu nombre flamea
en los más sabios renglones
que de libros se escribiera.
Parece que estás soñando,
con mirada lastimera
contemplas que ya no pisa
tu vientre la mula vieja.
No importa. Todo es así.
Se cambió el pan y la avena,
las azadas y el rastrillo,
los carros y las galeras.
Están cambiando tu faz
con la mecánica nueva,
tú ya no vistes de harapos
ni collares de cadena...
Hoy retumban los motores
que van surcando tu tierra
y los hombres que te visten
de trigo en la sementera,
se encaraman orgullosos
como con traje de fiesta.
No pareces la que fuiste
aunque a mí me cause pena,
cuando no veo al gañán
con la yunta y la collera.
Pero confiemos, firmes,
en la sangre de esta tierra,
que nada podrá arrancar
nuestras costumbres añejas,
que huele a oasis, a paz,
el trigo y paja en la era.
El canto de la chicharra,
el runruneo de siestas,
el anochecer romántico
en las tardes veraniegas.
El sonar de las campanas
desde nuestra vieja iglesia,
el rosario,la tertulia,
niños que a la ronda juegan
y el paso lento y callado
del pastor con las ovejas.
Tú siempre, Mancha, tendrás
olor a queso y a siembras,
a vino, a pan, a matanzas,
vendimia, azafrán y siega.
A hombres quemados, valientes
como el de Quijano era,
que apretándose a la lanza
con molinos hacía guerra.
Y aquel Sancho que bebía
vino de tus buenas cepas.

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