jueves, 25 de septiembre de 2008

El campo manchego en siesta



Me asomé por la ventana
de su horizonte dorado...
¿Está dormida? ¿Está muerta?...
Sola en silencio mirando,
tendida con la mortaja
del trigo seco en su mano.

El crepúsculo encendido
parece un ascua brillando;
los surcos, resquebrajados,
sedientos de desamparo,
alargan lengua de sed
en las tardes del verano.

La fuentecilla está seca,
los caminos empolvados,
la encina sola, en silencio,
le brota sudor y llanto
de su tronco ennegrecido,
bronco, roto y arrugado.

El sol rojo, enfurecido,
que se alarga como el rayo
vistiendo de oro y de fuego,
de púrpura decorando
las blancas paredes viejas
de un caserío olvidado.

La tarde está sola... duerme
la tierra a todo lo ancho;
la esperanza se pasea
con los brazos estirados;
los sueños y las pasiones,
sueltos, van jugueteando.

¿No hay nadie...? Nada responde,
está el olivo roncando;
las cepas, entre las sombras
que les acurruca el pámpano,
duermen su siesta al arrullo
de canturreos de pájaros.

Y la tarde va alcanzando
un éxtasis de letargo
mientras hormigas caminan,
una tras otra, llevando
dorados granos de trigo
a sus almacenes largos.

¡Despierta, tierra dormida,
que se aproxima el ocaso
y ya un vientecillo sopla,
que al sol lo va desnudando!

La vida empieza..., la siesta
ya se está desperezando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

EL CAMPO MANCHEGO EN SIESTA"...PRECIOSA POESIA.UN SALUDO