domingo, 20 de septiembre de 2020

La vendimia (Por la escalera del aire)


Voy a recorrer caminos 

polvorientos y cansados, 

entre pámpanas de viña, 

entre trigales dorados, 

entre olivares dormidos 

y corazones callados.


Voy paseando en otoño 

noches y días, regados 

con sudores de vendimia, 

sueños al pie del arado, 

canciones de viejos tiempos, 

recuerdos de mi pasado.


El sol empieza a asomar 

por montículos lejanos; 

a las pámpanas sonríe, 

a los racimos dorados, 

a los hombres que caminan 

con los aperos cargados.


Con la gorra en la cabeza, 

su pañuelo al cuello echado, 

sus pantalones de pana, 

su petaca y su tabaco, 

su cara curtida al viento 

como ese terruño pardo.


Las mujeres de mi tierra 

—manchegas de viejo arraigo— 

llevan el alma templada, 

el cuerpo muy ajustado, 

la risa por bandolera 

y al horizonte mirando.


El aire de esas llanuras 

que sopla suave y templado, 

perfume de tierra seca 

en la ropa va dejando 

y, en la cara de las mozas, 

color de bronce dorado.


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