jueves, 25 de septiembre de 2008

A mi pueblo



Cuando volví ya no existía nada

apenas nada de lo que dejé.


¿Quién hay por este pueblo?... No responden.
A llamar por caridad me he atrevido.
¿Dónde estás, compañero tan querido,
que mi fuerte aldabonazo no te asombre?

¿Acaso ya, en mi ausencia, se ha perdido
aquel sentir sencillo que dejara...?
Esperaba ver las hoces y el rastrillo
colgados del portón, en una aldaba.

Ni el ladrido del perro ha respondido
a mi pobre llamada lastimera.
¡Con qué afán a estas puertas he corrido
para ver las hacinas en la era!

He cruzado por valles y montañas,
fatigosa me enredé por las arenas,
he corrido para ver lo que dejara
aquel día de ilusión y de quimera.

¡Respondedme, por amor, amigos míos!
¿Dónde está, de la mula, la collera?
¿Dónde está la tozada y el martillo,
los ramales, los pesebres y galeras?

¿Dónde está aquella yunta percherona
enganchada con aperos de faena,
que comía, con la paja y la cebada,
el sudor del gañán que cuidó de ella?

Ya no se oyen ni los cantos de los yunques
al chocar del martillo con la reja,
ni el cantar de los mozos que volvían
de aguzar, en la fragua, sus faenas.

Ya no huele a la paja requemada
ni se escapa la pavesa en chimenea,
aquel humo que abatía por las calles
quemarse las astillas y las cepas.

¿Qué ha pasado de aquel hombre retostado
que vestía de percal, pana y franela?
Que calzaba con abarcas y peales
y cantaba por la noche a las doncellas?

¿Dónde está el ejemplar hombre maduro
que adornaba con su gorra la cabeza,
que filmaba de petaca su tabaco,
picadura con olor a hierbabuena?

El que, en medio del invierno, no temblaba
y a los pájaros contábale sus penas,
que debajo de una encina sesteaba
con sus miembros fatigados de rudeza.



A las puertas de este pueblo estoy llorando,
estallándome un dolor en la cabeza
mas... ¿qué haré? seguir llorando
para hundirme y abrazarme con la tierra.

En dos árboles gigantes he colgado
mis pesares, mis deseos y mis quejas
y, mirando despejado el horizonte,
dormiré dando cara a las estrellas.

¡Eterna soledad del campo llano!
Tú bien sabes que por ti van mis querellas.
Dejaré la ciudad y, en tu regazo,
disfrutaré mil horas de una ausencia.

Encima de la loma está cantando,
más sencillo y más rudo que la sierra,
el pastor solitario y demudero
que vigila, sesteando, a sus ovejas.

Con un brillo de mieses destiladas
va la luz de los campos a la era.
Con la paz de una filente que derrama
por sus chorros, la frescura y la pureza.

Aquí me quedaré serenamente,
bañándome con polvo entre las piedras,
hablando con el sol y con los vientos,
comiendo margaritas con estrellas.

Abrazada a estos prados revestidos
de esa verde y estática pureza,
escuchando de los grillos la sonata
y peinándome los vientos la cabe

Pisaré como mística avecilla,
picaré dando saltos en las cepas,
vestiré las espigas con mis manos
y hablaré con chicharras y culebras.

Les diré con sentir y con nostalgia,
de esos tiempos, cuando el hombre fue la tierra
que, arrastrando, se llevaba en el arado
las retamas, las ortigas y las penas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho. Tengo las mismas raices que tú, y comparto tus sentimientos.
Firmado: una de El Cristo, que te quiere mucho.

Anónimo dijo...

Hola. No sé quién eres, pero me alegra mucho que una paisana se acuerde de mí con tanto cariño. Gracias. Mariana.

Anónimo dijo...

Preciosa poesia,recuerdos, amor, nostalgia...todo se encierra en estos bonios versos.
Un amigo