viernes, 24 de julio de 2009

Quiero que mueras conmigo


Al leer esta poesía no puedo evitar la emoción y las lágrimas. Cuando la escribí, se la leí a mi marido, y en tono burlón me dijo: “Me gusta mucho, pero si tú mueres, no me quieras llevar a mi por delante“... Es inevitable el terrible dolor que siento en estos momentos, y el dolor que se apoderó de mi vida ese 23 de un mes que no quiero recordar, para no dejar sin terminar, lo que en este momento escribo. Ese día, él moría y yo, aquí estoy con mi dolor recordando aquellas palabras suyas. 

¡Cuando yo me muera, amor, 
quiero que mueras conmigo! 
Y sentir tu carne blanca
junto a mi carne de lirio,
mis sienes sin palpitar, tu corazón sin latido. 

¡Cuando yo me muera, amor, 
quiero que mueras conmigo! 
Quiero tenerte a mi lado 
igual que a esos seis suspiros 
de nuestros seis corazones, 
hijos de nuestro cariño.

Quiero que tu polvo 
inerte se entremezcle con el mío, 
y que el huracán del tiempo 
no lo sople hacia el olvido. 

¡Cuando yo me muera, amor, 
quiero que mueras conmigo! 
Quiero que adornen mi tumba 
dos coronas, dos anillos, 
dos corazones callados 
que anduvieron un camino. 

Quiero llegar ante Dios juntos, 
de la mano unidos, 
como aquel día de agosto
juntamos, nuestros destinos.

¡Cuando yo me muera, amor, 
quiero que mueras conmigo,
y sentir tu carne blanca
junto a mi carne de lirio!

Ruidera en la noche



Este poema lo escribo una noche de verano, cuando todo era calma; Cuando todo en aquel bello paisaje era serenidad y armonía. Me senté en una piedra, al borde de una laguna. La noche estaba inundada de luna, el cielo, era como un manto de seda, transparente y azul salpicado de estrellas. Sólo se oía el croar de las ranas, y el aleteo de un pequeño pajarillo, que se movía entre las ramas de algún árbol.


Las sombras se dan la mano,
las estrellas hacen danza,
las flores, cantos de luna,
la luna, canto de magia.

Las aves, cual lucecillas,
van salpicando en el agua,
y coquetonas se mueven
al ver, reflejar sus alas.

El crepúsculo se ríe,
el aire cantando salta,
la Luna llora de envidia
porque no puede tocarla.

¡Oh, soledad de la noche,
oh noche, que sola danzas
prendida de las estrellas
y salpicada de plata.

¡Corre soledad bendita,
que estoy henchida de gracia,
y estoy tragándome el aire
de esta quietud solitaria!

El viento corre sombrío
por entre rocas y zarzas.
El agua corre saltando,
por las inmensas llanadas.

¡Oh, noche, silencio oscuro,
que infinito amor te guarda,
el alma que paz respira
en las horas de nostalgia!

Al duende de medianoche,
yo le pediré la gracia,
de que me prenda una estrella,
en mis trenzas, despeinadas.

¡Silencio mágicas sombras,
que la luna esta cansada.
y en unas horas,no más,
vendrá el sol a despertarla!

La luna cierra sus ojos
y el agua color de plata,
canta; una nana de cuna,
para la noche cansada.

Amor ausente



¿Sabes amor, que el huerto ya ha brotado
y el limonero huele a tu hermosura?
¿Sabes que el azahar ha despertado
y mi alma, ya se ha henchido de ternura?
¿Sabes, que el ruiseñor se ha enamorado
y corre por los prados en su altura?

Yo quiero como él, volar cantando,
al nido donde pones tu figura,
volando; y dando besos a la nada,
saltando como barca entre la espuma,
apartando las estrellas con mis manos...

¡Qué alegría llegar, amor y amado,
y juntarnos como beso en noche oscura
y caer, como un suspiro, entre tus brazos!

Al volver



Todos, alguna vez hemos sido testigos, de la alegría, que manifiestan esas personas que por cualquier motivo, dejaron su pueblo, y al regresar, la alegría y la emoción les invade.


Yo abandoné, buscando entre las sombras
luz que ansiaba en sueños juveniles,
y lenta caminé sendas que asombran
y en extraños busqué, lo no posible.

Ya fuera de mi hogar, tarde la luz
ilumina mi frente muy cansada
ilusiones y sueños ya perdidos
voy buscando la sombra de mi casa.

Ya arrugada mi frente, el alma rota
que recibió en la ausencia la pedrada
de mirar hacia atrás, y ver la vida
que abandoné, por sueños de ignorancia.

Reclino el cuerpo, cansado, y ya marchito
en el tronco de la encina solitaria,
y su sombra, podrida y lacrimosa,
me socorre caricias con sus ramas.

¡Es volver a la vida! Oigo el eco,
y percibo la apetecida calma,
el tronco amigo, la tierra que me viera nacer
hoy me recibe con el rumor del agua.

Mi vida se agostó por los caminos,
que dejan huella, traslúcida en el alma.
y ahora quiero, desnuda de ilusiones,
morir, por los caminos de mi infancia.

Te recuerdo



Cuando la persona que quieres, ya sea un amigo, un familiar o quizá esa persona que amas, y que un día ha desaparecido de tu lado, todas las cosas, y todos los acontecimientos de la vida, te traen a la memoria recuerdos que te atrapan y que lógicamente no puedes apartar.


Cuando en mi silencio escucho,
las gotas de agua cayendo
cuando humedece mi cara la lluvia,
yo te recuerdo.

Cuando me huele a tomillo,
rosas frescas o romero
cuando contemplo la luna,
yo, te recuerdo.

Cuando miro las estrellas
que tintinean en el cielo
cuando huele a tierra fresca,
yo… te recuerdo.

Cuando mis manos recogen
y cuentan pétalo a pétalo
las hermosas margaritas,
yo… te recuerdo.

Cuando el aire sopla fuerte
cuando arrecia el aguacero,
cuando me besa la brisa,
yo te recuerdo.

Así, de noche y de día,
con mi loco pensamiento
con la mirada perdida,
por un horizonte muerto,
abrazándome a la noche
con lágrimas y silencios,
palpando a oscuras el aire
y guardándolo aquí dentro,

Llorando mi desventura
se va agostando mi cuerpo,
se va secando la sangre
que en mis venas va corriendo.

Y no puedo ni un segundo
ni un instante, ni un momento,
arrancar de mi memoria
esa imagen de un recuerdo.

Y te veo en la distancia,
y te contemplo en el cielo,
y te miro por el agua,
y te adivino en mi pecho,
y te beso en mi locura
y te odio, y te aborrezco,
Y te abrazo con ternura
y llorando te desprecio.

Y vivo, como una sombra
separada de su cuerpo,
como una noche sin día,
como boca sin aliento,
como una rosa marchita
arrancada por el viento.

Así voy, siempre arrastrando
la cruz prendida en mi pecho,
el dolor de un desengaño,
la pena de tu desprecio.

¡Pero amor ¡ ¿Qué quieres que haga?
Yo te recuerdo.

Soledad



Ojos lluviosos, derramando siempre
esa sal tan amarga del dolor,
y en esa soledad tan sólo viertes
a canjilones, tu despreciado amor.
Tengo en mi corazón adolescente,
más dolores y penas que la historia
tengo mi alma, carcomida y vieja,
y de llagas, se alimenta mi memoria.
¡No puedo recordar tanta amargura,
si en silencio, yo sola he de vivir
tanta pena me lleva a la locura,
y tapando mi alma, quiero huir
a ese mundo, más lejos de la luna,
pues muerta, con mi amor, puedo vivir.

Desgarro



Esta poesía la escribo, un día que pensé me sentía libre de mis muchas preocupaciones. Mis seis hijos y mi marido, ocupaban todas las horas de mi vida. Ese fin de semana; unos marcharon a casa de los abuelos, otros a un campamento, mi marido a un cursillo y yo tan feliz y contenta, me colgué el bolso y salí a la calle para disfrutar de mi libertad. Lo que yo jamás pensé que al regresar a casa, me esperaba, algo mucho más duro, y que yo no conocía... La soledad.

Ante la puerta cerrada
puse la llave con miedo,
en el umbral me he parado,
para mirar… el silencio.
Me pasé a la habitación
y había en un cenicero,
los restos de unos pitillos
que lentamente se ardieron.
Las copas están vacías
y una botella en el suelo,
sentía como la noche
helaba todo mi cuerpo.
Me olía a todos, a ti,
a palabras, a silencios,
a regañinas, a broncas,
a tristezas, a contentos,
a caricias, a ternuras,
a risa, a llantos, a besos…
Y yo estaba sola. Así,
frente a frente a los recuerdos.
Cogí la copa vacía
y la llene a chorro lento,
y de un trago largo, apuro,
todo ese amargo silencio.
Me recosté en el sillón
y le llamé, ¡compañero!
mis ojos se iban nublando
de copas y lagrimeos.

Tiré la copa con rabia
y la pisé por el suelo,
grité al silencio, y a nada,
lloré, no sé cuanto tiempo,
luego dormí, no sé cómo
y desperté, no me acuerdo.
La casa, seguía triste,
igual que un baile de muertos,
la cafetera vacía,
las tostadas en el fuego
apagadas, y resecas
con el corazón muy negro.

Salí otra vez a la calle,
y no encontré nada nuevo
todo era, pardo y confuso,
todo rumores inciertos.
Abrí otro vez esa puerta
y una luz se fue muriendo,
quedé tirada en la alfombra
como un delfín prisionero,
como una mancha de vino,
como el rumor de un lamento,
como una serpiente herida
enroscada por el suelo.
La puerta, estaba cerrada
y en el umbral, el silencio.

Sin ti



Este poema lo escribo cuando solamente tenía que pasar unos días sin él.
Mi marido. Ahora tengo que pasar el resto de mi vida y todas las noches tienen que ser, IRREMEDIABLEMENTE ¡SIN TI!...


Llego la noche; y me encontré tan sola
que abrazada a la almohada me dormí.
Los sueños que captaron mi agonía
magnánimos me llevan hacia ti.

Esa noche, que en sueños yo te tuve
apretada en tus brazos me sentí,
y mis besos en tus labios temblorosos
me quemaron, al sentirlos junto a mi.

Agitado el corazón fuerte palpita,
me traiciona la ilusión; triste sentí
que al despertar tu imagen me abandona
y en lágrimas la almohada humedecí.

Si ya no tengo vida, quiero al menos
en sueños por la noche, yo vivir.
Dormir eternamente entre tus brazos
sin miedo al despertar, que es mi morir.

Esperanza



Yo te esperaré despacio
sentada en la distancia y en el tiempo.
Mirando a la ventana de los días
cantando en mi silencio.

Te esperaré mirando
el correr de las aguas y del viento
llorando el abandono de las cosas
sufrida en mi sufriendo.

Y tú ¿vendrás?... no dudo
porque te arrastran fuerte los recuerdos,
mis brazos que amorosos te apretaron,
aún queman en tu cuello.

Me quedaré dormida,
soñando en el hechizo de tus besos,
oyendo el susurrar de tus palabras,
troceando recuerdos…

Y tú, ¡no volverás!

El regreso



A pie va caminando lentamente
por caminos pedregosos y curvados,
mi corazón que llora como un niño
por su madre y por la vida abandonado.

La casa de su cuna ya divisa
allá por los montículos dorados
y cruza las espinas y las piedras,
tirando de su sangre a puñetazos.

Un chorro de su vida, en el camino
lo mismo que camina va dejando,
la angustia y la ansiedad que le aprisionan,
le calman a la vez que va llegando.

A la sombra de la casa derruida,
duerme el perro canoso y rabilargo,
el árbol que abrazaba con su sombra,
se humilla medio seco y arrugado.

Ya respira con angustia, y alegría
el olor de las piedras y los prados,
y la paja, que seca ya en la era
un olor a nostalgia le a dejado.