Yo me iré. Ese día dejaré
de la tierra el sendero.
Los amores que tanto me atan
quedarán como un mágico sueño.
A ese reino que nunca se acaba
volaré, como pájaro ciego.
Yo me iré, cualquier día,
meteré en mi mochila: recuerdos,
un puñado de polvo y espigas,
un racimo cogido en secreto,
una flor que perfume mis manos
y el sabor y calor de los besos.
Yo me iré y aquí se quedarán,
cual rastrojos marchitos y yertos,
esos días vividos de paz,
esas noches cargadas de sueños,
el crepúsculo rojo y dorado
que, en mi alma, quisiera prenderlo.
Yo me iré en ese tren de la vida
que no tiene estación ni sereno,
que de lejos nos pone ya alerta,
pues sus máquinas no llevan frenos
y en su inquieto caminar arrastra
juventud, ilusiones y sueños.
No me asusta:
la maleta ya la tengo en el suelo
mirando, esperando en la vía,
de esa marcha su paso ligero
pues, atados los unos a otros,
cruzaremos el mismo sendero:
unos bien con las manos vacías,
otros bien con los brazos muy llenos.
Yo me iré, regaré con cariño
ignorada semilla en el suelo
y algún día, cuando cruce el arado
y remueva la tierra el acero,
brotarán como espigas doradas
ese amor abonado que dejo.