El agua de los arroyos duerme en noches de luna grande.
Los recuerdos bucean entre las esquinas de su blanco espejo.
En su radiante luz, palidece la inmensa soledad del tiempo.
La noche se queda desierta, las estrellas duermen con sus desnudos cuerpos entre las sábanas blancas del pálido cielo.
Enredada en los aires de otoño, soltaré mis cantos.
Pisaré las hojas muertas que en el suelo, se abrazan temblando.
Se aleja el verano, la luz, la hora y el tiempo.
Abrazada a la templanza del otoño.
Oliendo hojas secas y quebradas, siento el húmedo calor de tu aliento.
Recorrí montes y valles. Crucé desiertos y mares.
Me arrastraron huracanes y tormentas.
Fui limpiando de espinas los caminos y los sembré de margaritas blancas.
Llegará un nuevo otoño y estarán pegadas a la tierra grises y deshojadas.
Pétalo a pétalo, fueron descifrado el “sí” o el “no”…
Lenguaje idílico de las margaritas blancas.
¡Otoño... arrópalas con tu sol! Arrástralas por tu vientre.
Pero guárdame el oculto mensaje de esa flor que habla.
Volveré… a recogerlo en otoño.